El secreto está en la pasta

Cortita, a la mano y sin despeinarse

Después de un año retirado de las canchas de baloncesto, un servidor regresaba a la elite deportiva sevillana gracias a la oportunidad que me brinda la Jugoplastika Split. Debido a diversos compromisos extraoficiales en Malta, una inoportuna gripe y un calendario académico devastador para mis neuronas, que en paz descansen, me presenté en el Polideportivo de Santa Clara sin un entrenamiento a las espaldas y más perdido que el “Columbus boat of rise” (como diría un amigo mío).

Una vez allí reconocí entre la muchedumbre los caretos de Juanma, Edu y Jesús Flores, mis grandes valederos. Se suponía que el resto, que vestían de morado, iban a ser mis nuevos compañeros. Uno por uno nos fuimos presentando hasta que llegó el momento culmen de la tarde. Juanma se acercó a mí, con el adecuado distanciamiento corporal que establece una relación de amistad (claro está), y me espetó al oído con su peculiar acento: “Mira, ahí viene el crack del equipo. Se llama Juanjo”.

Ante todo quiero decir que no soy una persona a la que le guste ir colocando etiquetas a la gente basándome en estúpidos estereotipos, pero cuando uno de los capitanes del equipo dijo la palabra “crack” esperaba, no sé, un negro, un raperillo, un amante de los tatuajes, un armario ‘empotrao’, alguien como yo... Vamos, el típico ‘jugón’ que tiene una mirada asesina y que impone nada más verle. ¡Pues no! Mi gozo en un pozo. Quien apareció allí fue... Simplemente, Juanjo.

El crack era un hombrecillo de altura media, complexión anti-atlética y con más cara de informático que otra cosa. Mi perplejidad fue en aumento a medida que Juanjo se aproximaba a nosotros. Cuando llegó al banquillo su saludo fue algo así: “Estoy preparado. ¡Me acabo de comer una fuente de pasta para tres!”. De repente, saca un plátano y se lo come delante de todos. En ese momento, dije para mí: “¿Éste es el crack? ¡Madre mía, dónde me he metido! Que alguien le diga que al que hay que comerse es al rival, y en sentido metafórico, claro”.

Sin embargo, sólo fue verle jugar y me percaté de que todo lo que se había dicho de él era cierto. Juanjo es un crack. Y ahora sí que lo digo yo. Corre sin parar durante los cuarenta minutos de partido, roba, penetra, tiene tiro exterior... Un ejemplo más de que las apariencias engañan.

De todas formas, me gustaría saber cuál es esa dieta milagrosa. Puede que el secreto de esta Jugoplastika esté en la pasta que prepara Juanjo. Si se descubre que es así, a partir de ahora el slogan de la campaña de captación de tontos del equipo podría ser, y parafraseando a Julián Muñoz, el siguiente: ¡Más pasta, por favor!